Mucha gente se establece propósitos con el comienzo del
año; sin embargo, a mí, personalmente, me gusta fijarlos antes de que llegue
septiembre. Será, quizás, una reminiscencia de cuando era pequeña y renovaba
libros y vestuario con la aparición del nuevo curso escolar. Ahora, en
vacaciones, momento en el que mi cabeza intenta desconectar de la rutina,
empiezo a reflexionar sobre el punto en el que me encuentro en muchos planos de
mi vida y sobre cuál es el horizonte al que quiero llegar. No es fácil, se necesitan incontables horas, días y meses. Este oasis en el que me hallo me puede ayudar a dilucidar muchas
cuestiones que me han perturbado durante los últimos tiempos y que, a día de
hoy, aún entorpecen mi día a día. Hace tres años cuando abrí este blog, después
de cinco clases de buen periodismo con el mejor de los maestros, me prometí
actualizarlo asiduamente. No tanto con el objetivo de que la gente conociese
mis impresiones sobre el mundo actual sino para desahogarme también sobre
otras cuestiones más personales. Sigo creyendo que la escritura, junto con otras disciplinas, es la mejor de las terapias,
especialmente para personas como yo que no dejan de cuestionar continuamente
todo aquello que les rodea. No voy a
prometer nada que no vaya a cumplir, solo digo que lo volveré a intentar.
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