jueves, 30 de mayo de 2013

BEBÉS LIBRES DE VIH

Mis prismáticos me permiten divisar a lo lejos una ciudad llena de colores otoñales, donde el amarillo del día se mezcla con el naranja para despedir a la tarde;  donde el color de las mandarinas se torna en oscuridad para bendecir a la noche, quien cede su reinado a un amanecer retardado, cuyo sol asciende entre montañas pausadamente, sin prisa alguna. Me encuentro en una  localidad cualquiera del país africano de Zimbabwe, en  Kariba, por ejemplo. Situada en el norte del territorio, emana luz y esperanza a sus habitantes, quienes siguen el curso de los días entre rituales de cotidianidad y danzas ancestrales.

Sus jornadas comienzan cuando el sol apenas se deja ver entre el cielo azulado, una tonalidad semejante a la del río que acompaña sus trayectos. En ese recorrido diario, está Mariam, una zimbabwense nacida hace 26 años cerca de la zona. Su metro 75 de altura y sus grandes ojos negros no llaman la atención del viandante, quien se encuentra absorto en sus quehaceres cotidianos. La joven se dirige al mercado con el fin de abastecer a su marido, padre, hermanas y tíos, quienes conviven con armonía en una humilde casa a unos tres  kilómetros del centro de la localidad. Cuando llega a la plaza sortea a las que como ella observan, palpan y sustraen las piezas frutales de sus cajas de madera con el fin de llevarse en su vuelta los mejores trofeos del lugar.

En su tarea, Mariam se encuentra con una amiga de la infancia, Cherima, de unos 24 años. Su vieja compañera lleva en su espalda a su retoño Isheanupa, quien vio la luz hace seis meses con la sombra del virus de inmunodeficiencia humana (VIH),  tras resultar infectado por transmisión vertical durante el embarazo de su madre.

Pese a que esta enfermedad es una auténtica pandemia en el África Subshariana y que el 85 por ciento de las embarazas infectadas con VIH son de esta zona del mundo, ONUSIDA estima que menos del seis por ciento de estas mujeres tuvieron acceso a servicios de diagnóstico y prevención de VIH en 2006, y que solo el nueve por ciento de las infectadas recibió un tratamiento antirretroviral para la prevención de la transmisión vertical.

Isheanupa está adormilado mientras su madre describe los detalles que conoce sobre la enfermedad que ella y su hijo portan a Mariam, cuyo semblante va cambiando a medida que absorbe la historia de su amiga.  Tras la despedida, retrocede al camino para emprender su regreso, al tiempo que se pregunta si ella también estará infectada y si podría transmitir la enfermedad a su futuro hijo durante el embarazo. Cuando llega a casa, su marido nota que algo no va bien, pero Mariam trata de ocultar su inquietud y seguir con sus tareas domésticas.

Al cabo de varias semanas, con sus consiguientes días y noches, plagadas de pesadillas y temores, unos médicos se acercan a la aldea con el fin de realizar a todas las mujeres embarazadas la prueba del VIH. Mariam conoce de su existencia y acude a los puestos en los que va a ser o no diagnosticada de la enfermedad.  Tras la realización de la prueba y conocer el veredicto, la zimbabwense no puede reprimir las lágrimas: está sentenciada y tiene miedo de que su futuro retoño también resulte salpicado por la infección.

Los facultativos tratan de apagar sus sollozos, explicándola que el tratamiento para la Prevención de la Transmisión de Madre a Hijo (PYMH, por sus siglas en inglés)  consigue que más del 95 por ciento de los bebés de mujeres con VIH/Sida no se contagien durante el embarazo, parto o la lactancia. Mariam asiente con la cabeza y accede a recibir los tratamientos antirretrovirales.

Muchos amaneceres y anocheceres después, nace un 22 de mayo en la misma localidad en la que vio la luz su madre, un bebé hermoso y sano llamado Tinotenda, cuyo significado en castellano sería el de ‘Gracias’. Su llanto de vida hace olvidar los miedos pasados de Mariam. Los miembros de su familia le dan la bienvenida ataviados con trajes guardados para la ocasión, al tiempo que preparan los mejores manjares. Tras la cena, beben, cantan y bailan al compás del movimiento rotatorio del sol para espantar a los fantasmas que provoca una de las enfermedades más temidas en el continente negro.