viernes, 20 de julio de 2012

MÁS QUE MIL PALABRAS

En las grandes ciudades, el tiempo vuela, las personas no tienen nombre ni casi tampoco rostro. Las historias individuales no tienen cabida, no existen las radiografías de sus vidas.No hay más lucha que la que hace uno mismo por sobrevivir, salvo en contadas ocasiones, en las que se juntan fotogramas parecidos. Dos imágenes en menos de veinticuatro horas me han despertado de mi letargo. La primera era la de muchos ciudadanos con distintas profesiones, castigados por los recortes, que clamaban al unísono justicia. También, jubilados, desempleados, trabajadores precarios o empresarios de todas las generaciones alzando la voz,  levantando las manos. Me llamó especialmente la atención una pancarta que decía que la desigualdad produce infelicidad. Desigualdad de recursos u oportunidades que producen ésto, por ejemplo, a un enfermo de sida con la mirada perdida que,  con una pancarta que sustituye a una voz cansada de tanta súplica y a un perro inquieto por más compañía, trata de sobrevivir desganadamente en una céntrica plaza madrileña.