jueves, 21 de mayo de 2015

28 LEGUAS DE VIAJE MARÍTIMO

A veces cuando las palabras callan, los gestos cobran sentido

Toca fijar el ancla y pisar tierra. No ha sido la travesía todo lo tranquila que hubiera vaticinado. Navegó por aguas turbulentas, y encontró refugio  en pequeñas islas que iban saliendo a su paso en tiempos de tormenta. Valoró como nunca esos archipiélagos conocidos y desconocidos que subrayó en rojo en el mapamundi que lo acompañaba en cada uno de sus viajes. A veces, el viento intentó volar la gorra del capitán pero no lo consiguió, y tuvo que soplar hacía otro lado. Y es que, sus dos manos, firmes como nunca lo habían estado, agarraron como pudieron esa insignia tan querida por el patrón. Fue, entonces, cuando descubrió una maravillosa y escondida resiliencia, y reafirmó que la gran aventura que tiene una persona en su periplo por este mundo es la que vive consigo mismo. Hubo que ser valiente y tirarse al mar cuando hubo fugas en el barco que el mismo había construido, y enfrentarse a dañinos tiburones que quisieron hundir su navío.  A veces, enseñó sus dientes y sacó el cuchillo, otras, no mereció la pena, y dio un giro al timón para no desafiar a esos infelices animales de mar. No faltaron los dilemas, aquellos que surgieron fruto de las frustraciones que genera en mucha gente cómo está estructurada la sociedad actual. En estos casos, tuvo que sortear como pudo estos imprevistos, y hacer de tripas, corazón ya que, en ocasiones, no tiene sentido dar un grito en el cielo. Su ideal de alcanzar el soñado paraíso se tornó en ir llegando a pequeños puertos a medio plazo, y a disfrutar de todo lo que puede aportar esas pequeñas travesías al equipaje con el que se navega. De hecho, se dio cuenta de que esa es la verdadera clave de la existencia. A punto de poner un pie en suelo firme, deseó y soñó con vivir miles de aventuras que contar a sus seres más queridos hasta el fin de los tiempos.