domingo, 4 de enero de 2015

LOS VIAJES DE UNA AGENDA

El año empezó con la misma ilusión con la que se estrena una agenda nueva. Poco a poco fue rellenando cada hoja de noticias y números de contactos hasta que el día de Andalucía todo dio un giro inesperado: los buenos propósitos cayeron en el saco del olvido a favor de un recrudecimiento de los derechos. En ese momento, defendió como pudo sus ideas y comenzó a navegar por aguas turbulentas. A la par, los dos primeros meses marcaron lo que iba a acontecer en aquellos que vendrían después: una serie de encuentros regados con cañas, bailes y copas con sus mejores amigas para alegrar el alma. Tras ello, llenó todas sus cosas en maletas, dio varios viajes con ellas, y estrenó independencia y zapatillas nuevas. Más tarde, hubo encuentros fugaces en el norte y nuevas mini-ilusiones.

Sin embargo, la primavera se antojó caprichosa y empezaron capítulos de insomnio que hacían prever las decepciones que llegarían después. Su maldita intuición y la confirmación de sus sospechas la invitaron a refugiarse otra vez en la música (alta, muy alta, a través de sus cascos) y en sus amigos, quienes escucharon impasibles hasta la última sílaba de sus historias, y ofrecían sus mejores consejos para esa historia de amores imposibles.

En su mes favorito se dio cuenta de que siempre es posible resurgir ante las adversidades y que le rodeaba un círculo de personas maravillosas. Ellas fueron las encargadas de que el día de su cumpleaños, absorbida en la reunión de redacción de cada día, le avisasen de que un mensajero preguntaba por ella con un ramo de flores: uno de sus deseos. Este detalle, una muñeca con un vestido similar al suyo y un micrófono en la mano así como uno de sus platos favoritos marcaron sus 28 primaveras. Luego vendría la celebración de su aniversario con disfraces y música de dos épocas doradas y la compañía de algunos de sus seres queridos.

El comienzo del verano llegó con el sorteo de un bache por parte de una persona querida por la familia y con un reencuentro en el norte en el que pudo mostrarle su tierra adorada a una de sus mejores amigas madrileñas. Allí, pudo volver a degustar los manjares que tanto echa de menos en el transcurrir de sus días y mostrar los preciosos fotogramas que configuraron el paisaje de su niñez y adolescencia. Luego, vino un viaje a tierra de príncipes y sultanes en el que aún recuerda las vistas desde el restaurante a la hora del desayuno en las que veía a gaviotas sobrevolar un horizonte de mezquitas, y los inmumerables recorridos por el Gran Bazar, recogidos en bastantes filmes. Esa aventura la abrió los ojos y confirmó que cada persona ve el mundo con catalejos distintos.

El periodo estival no acabo ahí sino que prosiguió con una escapada al sur acompañada de sus padres en la que pudo probar y saborear nuevas comidas, y descubrir un trozo de una tierra amarilla llena de camellos, cuscús y pintalabios mágicos. La vuelta trajo nuevos sinsabores laborales: malentendidos que no se arreglaban ni con el mejor de los diálogos, y adioses de veteranos compañeros. Venían tiempos de cambio y lo sabía.

En la pequeña tregua que le otorgaba el fin de semana creyó en las casualidades. Luego, vino la fiesta del Día de México, las confidencias y las fotos de comida. Combinaba esa vía de escape con su clases de yoga. Aún recuerda cómo sus ojos perdieron el brillo una tarde en la que acabó su práctica y recibió malas noticias al coger el móvil. Sintió mucha empatia hacía las mismas personas que meses atrás la mandaron unas flores al trabajo. Al mes siguiente todo estalló y probó el sabor de algunas traiciones sin sentido. También observó que el miedo y la valentía de unos y otros marcan sus actuaciones y las metas a las que llegan. Sintió alivio y esperanza en un futuro mejor, y tiró la agenda a la basura.

En noviembre hubo otro pequeño traspiés y buscó refugió en la tierra que la vio nacer. El atardecer de un día laboral junto al mar y su mejor amiga cántabra, además del apoyo familiar, la hicieron pensar en que el mundo es infinito y que, por ello, son innumerables las oportunidades para empezar de nuevo. Ese mes, reforzó sus principales cualidades (la sinceridad y valentía) y, con ello, cerró de la mejor manera triángulos pasados. Ahora sí, empezaba una nueva etapa con nuevos propósitos que vino bendecida por la lectura de un ansiado final por parte de una funcionaria pública una soleada mañana de lunes.

Su segundo mes favorito trajo conversaciones de diversa temática a altas horas de la madrugada por calles frías y desoladas, copas un martes y vasos de vino un jueves. Todo ello con la vuelta a las aulas y la reafirmación de que las nuevas tecnologías pueden ser muy útiles y de que hay que adecuarse a los nuevos tiempos. Después de llamar a muchas puertas, se abrió una inesperada y cambió el rumbo de la ruta. Se reafirmó en que la amabilidad y la buena educación son un bien preciado.

Su escapada a la casa familiar por Navidad fue agridulce ya que el calor de su hogar se vio empañado por el sufrimiento de una amiga, a la que no pudo ver, y a la que tuvo que apoyar desde la invisible distancia. Volvió a su ciudad adoptiva por carreteras nevadas con la tristeza que deja en los corazones los malos momentos ajenos y la melancolía de los cielos grises propios del invierno en el norte. Con ganas de que el fin de año llegase, comprendió que la vida es pura improvisación, que hay que pensar y creer en uno mismo, no dar demasiadas vueltas a las cosas, y extraer lo bueno de las pequeñas historias de cada día. Se fijo todos esos propósitos, costosos de llevar a la práctica, para el año nuevo y no compró ninguna agenda.