lunes, 26 de marzo de 2012

LIBERTAD EN LA CÁRCEL

Existen cárceles más allá de los barrotes oxidados, que coartan la respiración del preso más longevo de todos los tiempos. En ellas, el guardián roba sigilosamente el escaso equipaje de un recluso que apenas data de que le están hurtando. El sujeto da cuenta de su vitalidad mermada pero no sospecha de los funcionarios penitenciarios ni de sus compañeros de celda. Su dinamismo se apaga como el soplo de una llamarada, que resiste a desaparecer al primer intento, lo que impide que descubra que la cerradura de su habitáculo está rota con su consiguiente escapatoria. Prisionero de prisioneros, cegado de ojos y pensamiento, olvidado por el corazón, intenta imaginar, pues lo ha olvidado ya, lo que significa en toda su esencia la palabra libertad. Sus recuerdos están difuminados, como pintura negra de cera, por su mente. Tiene una idea vaga, apenas a cierta a recordar, que un día conquistó y entendió como nadie que las verjas físicas y mentales son construidas de arriba a bajo por el hombre desde tiempos ancestrales. La destrucción de estas rejas es la consecución de un fin para el que hace falta solamente reflexionar. La visión plena de la salida ahondará en que la huida no es siempre la solución, sino estar dentro de la prisión sin cadena alguna.