martes, 20 de noviembre de 2012

SENTIR CORRER LA SANGRE POR LAS VENAS

En ciertas ocasiones, uno tiene que notar correr la sangre por sus venas, sentirse vivo, ser capaz de sorprenderse. Entablar una conversación con un extraño; intercambiar expresiones con una persona de otro continente; recibir una llamada inesperada que reconfigure sus planes; beber y reír hasta que se le salten las lágrimas. 

Confieso que hace un par de años buscaba una cierta estabilidad: sentir mía una ciudad, conocerme (casi) todos sus rincones, poder recorrer muchos de sus caminos con los ojos cerrados, hacer de un barrio cualquiera, el mío. Tener un hogar y una silla/ordenador en el trabajo que llevasen tácitamente mi nombre. Esboce un plan y lo lleve a cabo. Más o menos, me ha salido bien. Pese a que esa especie de pequeña estabilidad, me proporciona --por decirlo de alguna manera-- algo de tranquilidad, a veces siento que la rutina le roba brillo a mis ojos. 

Últimamente, echo de menos sentir el bombardeo del corazón después de una llamada con la que se me comunicaba que en 15 días debería volar hacia un destino informativamente interesante o despedir a cómplices de juergas hasta altas horas de la madrugada en la 'Gran Manzana'. También confieso que me da un poco de pereza salir de ese guión establecido, que me aleja del sueño  de contar algún día cientos de anécdotas divertidas de mi estancia en muchos países del mundo. 

domingo, 4 de noviembre de 2012

EN OTRO ORDEN DE COSAS

Levantar los pesados párpados cada mañana es una complicada tarea de supervivencia para muchas personas hoy en día. Hacerlo supone destapar unos ojos abatidos y sin brillo que intentan enfocar un horizonte cada vez más difuso. Sus dueños dibujaron en su día el boceto de sus sueños en forma de amores, profesiones y vidas dignas. Una fuerte borrasca ha borrado el contenido de ese papel y, en su lugar, ha dejado un folio en blanco. Muchos de ellos intentan  hacer frente al temporal con el poco aprovisionamiento  emocional y material que les queda, y sueñan con repintar un mundo que el ser humano está haciendo cada vez más inhabitable. Este 'mal tiempo' está desnudando a muchas personas que integran la élite económica, empresarial y política del país y dejando entrever su miseria y ruindad. 

Sin embargo, la lección positiva es que, poco a poco, la mentalidad de los españoles está evolucionando, hasta tal punto que muchos han dado un giro de 360 grados a su escala de prioridades. Acabar una carrera universitaria --muchas veces estudiada sin un ápice de vocación--, encontrar un trabajo con un sueldo desorbitado con el que poder sufragar la ropa y los zapatos más caros del mercado;  el mejor coche, la hipoteca, los viajes a la Riviera Maya y la boda (por la Iglesia, tal y como manda la tradición) están siendo desplazados por llevar una vida improvisada y práctica en la que, en cambio, los amigos y la familia tienen especial protagonismo.