domingo, 16 de noviembre de 2014

HAN LLOVIDO 15 AÑOS

La música es, en ocasiones, la mejor compañera en el viaje de la vida. Con ella, se celebran los momentos en los que, para bien o para mal, la respiración se corta o los ojos brillan de manera especial. En esa gama cromática musical, existen tonalidades que destacan más que otras. No se buscan, se encuentran. Por casualidades de la vida, una tarde de domingo, previa a una vuelta a la carretera, cafetería, y a las aulas en las que tomaba contacto con el mundo del Periodismo, descubrí una película española, protagonizada por veinteañeros que buscaban su suerte en las calles de Madrid. La historia, dura y realista como la vida misma, lo reconozco, me fascinó. De los 106 minutos que la cinta robó mi tiempo de ocio, hubo unos pocos que, yo sin saberlo por aquel entonces, iban a configurar la principal banda sonora de mi existencia.

“He muerto y he resucitado” y los acordes que previamente marcaban la voz rota de Enrique Urquijo cautivaron mi atención desde el primer momento, a lo cual siguió una meticulosa investigación para conocer el paradero del autor de 'Pero a tu lado'. Desde entonces, he perdido la cuenta de las veces que he podido escuchar esa canción, la cual sugiero que me pongan en cualquier momento y lugar, sin llegar a perder la ilusión por escucharla de nuevo. Y es que, por muy difíciles que sean las circunstancias, esta sintonía, la cual dicen que es de las pocas en las que Urquijo destapa la cara positiva de la vida, me dibuja un horizonte amplio y lleno de posibilidades. Y más, cuando la escucho a través de los auriculares deambulando por el metro o las calles de Madrid.

Su repertorio musical tanto de él con 'Los Secretos' u otros grupos musicales han sido mis cintas de cabecera. Las veces en las que he podido disfrutar 'in situ' de sus poemas musicales, a través de la voz de su hermano Álvaro, han salido ya de cuenta. Y las que quedan. La suerte del destino hizo que supiera de su existencia cinco años más tarde de esa fatídica noche en la que escribió la letra más amarga de su recopilatorio en un portal madrileño, anclado en el entresijo de calles que configuran el barrio de Malasaña y que, desde entonces, se ha convertido en templo de culto para sus seguidores.

Aquellos que tuvieron la suerte de tratarle decían que era un ser humano excepcional, de esos que tan poco abundan, tanto hacen falta, y tanto me gustan a mi. Tímido y sencillo fue capaz de hacer que la tristeza y el desengaño amoroso, entre otras cuestiones, tuviesen un espacio destacado en el panorama musical de los 80/90. Y es que, “la nostalgia y la tristeza suelen coincidir”, tal y como explicaba en una de sus canciones. Una filosofía que defendía a ultranza en sus intervenciones públicas, alegando que “las canciones tristes son las más profundas”. Quizás sea esa la principal razón de que “han llovido 15 años", y su legado siga siendo recordado en los bares, medios de comunicación, y en los hogares de muchas personas.