martes, 20 de noviembre de 2012

SENTIR CORRER LA SANGRE POR LAS VENAS

En ciertas ocasiones, uno tiene que notar correr la sangre por sus venas, sentirse vivo, ser capaz de sorprenderse. Entablar una conversación con un extraño; intercambiar expresiones con una persona de otro continente; recibir una llamada inesperada que reconfigure sus planes; beber y reír hasta que se le salten las lágrimas. 

Confieso que hace un par de años buscaba una cierta estabilidad: sentir mía una ciudad, conocerme (casi) todos sus rincones, poder recorrer muchos de sus caminos con los ojos cerrados, hacer de un barrio cualquiera, el mío. Tener un hogar y una silla/ordenador en el trabajo que llevasen tácitamente mi nombre. Esboce un plan y lo lleve a cabo. Más o menos, me ha salido bien. Pese a que esa especie de pequeña estabilidad, me proporciona --por decirlo de alguna manera-- algo de tranquilidad, a veces siento que la rutina le roba brillo a mis ojos. 

Últimamente, echo de menos sentir el bombardeo del corazón después de una llamada con la que se me comunicaba que en 15 días debería volar hacia un destino informativamente interesante o despedir a cómplices de juergas hasta altas horas de la madrugada en la 'Gran Manzana'. También confieso que me da un poco de pereza salir de ese guión establecido, que me aleja del sueño  de contar algún día cientos de anécdotas divertidas de mi estancia en muchos países del mundo. 

2 comentarios:

  1. Con decisión, las cosas llegan cuando tienen que llegar.
    ¿Ya piensas en tener descendencia?
    Vete informándome.

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