domingo, 15 de abril de 2012

NO HAY DOS DOMINGOS IGUALES

El encanto del domingo radica en que sus primeras horas suelen robarse para acudir a guaridas que mantienen sus persianas bajadas entre semana o para intercambiar palabras e incluso confidencias con desconocidos, que aparecen y desaparecen en un pestañeo innato. Los noctámbulos suelen tener sus venas empapadas de un elixir que, en ocasiones, necesitan para dotarse de audacia y osadía, y para resistir hasta las primeras luces del alba, justo en el momento en el que el telón cae y la magia desaparece. El encanto del domingo radica en que amanece tarde y es opuesto a lo estipulado. Sus mañanas pueden ser aprovechadas para deambular por calles desérticas y desgastar las suelas de los zapatos; para adquirir baratijas en mercadillos abarrotados o para saludar a la vida con una cerveza en la mano. Muchos domingos son recordados porque, vestidos con pijama, zapatean por la casa con una resaca de bandera. El encanto del domingo radica en que guarda tiempo para disfrutar de una encantadora lectura o de una película apasionante bajo el amparo de una luz regada por una diminuta lampara. También, en que permiten, a final del día, una reflexión brillante con la que dilucidar las inquietudes que aparecen, de repente, en días ordinarios.

2 comentarios:

  1. y sirven para escribir una inmejorable crónica de un domingo así.
    sigue tirando del hilo. quiero decir, de las palabras.

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  2. Gracias, Diegus! Seguiré jugando con ellas! ;-)

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