Ultimamente asisto perpleja al desgaste prematuro de los bienes que hago míos. Deduzco, incluso, que de un tiempo para acá la fecha de caducidad de los productos que encestamos está a la par que la de su adquisición. Esta teoría se refuerza tras ver el documental 'Comprar, tirar, comprar. La historia secreta de la obsolescencia programada', coproducido por Televisión Española hace algunos años. En él se comprueba que el paso del tiempo no ha servido sino para dar pasos de gigante hacia atrás en vez que ir evolucionando como especie humana.
Y es que la cinta recoje el caso de la bombilla centenaria que no se apaga
ni aun con el devenir de los años o las medias de nylon diseñadas en sus
inicios para que vistieran las piernas de las mujeres durante décadas, y
cuyos fabricantes decidieron tras su inequívoco éxito que esta prenda fuera perdiendo
progresivamente su resistencia con el fin de multiplicar las ventas.
Otra
cuestión que me llamó la atención son los diferentes roles que juegan
los países situados en el eje norte y sur. Los primeros se encargan de
producir y consumir a velocidades vertiginosas, mientras que los
segundos acojen los productos que a los norteños les van quedando
obsoletos. En esta línea, por ejemplo, el país africano de Ghana recoje,
bajo el pretexto de reducir la 'brecha digital' entre los diferentes
continentes, ordenadores que en pocas ocasiones pueden ser arreglados y
utilizados. De este modo, los ghanéses ven cómo su país, poco a poco, se
está convirtiendo en el vertedero de los paises más desarrollados.
Se trata tan solo de algunos ejemplos de cómo los objetos que adquirimos lejos de ir perfeccionando su calidad, diseño y
utilidad van empeorando con el paso del tiempo con la finalidad de envolver a la persona en el
círculo vicioso de comprar y tirar para luego volver a empezar de
nuevo. A fin de cuentas, se trata de seguir alimentando la maquinaria capitalista y de no variar el 'status quo'.
Así, en la sociedad de mercado en la que nos encontramos, el consumidor se deja arrastrar por la publicidad y moda; se siente atraído por la originalidad del producto, y sin mirar su calidad ni utilidad, decide comprar con visión cortoplacista. El balance es una pérdida económica, la adquisición de productos prescindibles, y el abanderamiento de una cultura consumista.
Así, en la sociedad de mercado en la que nos encontramos, el consumidor se deja arrastrar por la publicidad y moda; se siente atraído por la originalidad del producto, y sin mirar su calidad ni utilidad, decide comprar con visión cortoplacista. El balance es una pérdida económica, la adquisición de productos prescindibles, y el abanderamiento de una cultura consumista.
Yo tambien vi ese documental y me parecio lamentable como el sur se convierte en vertedero de lo q el "mundo tecnologico" deshecha por obsoleto.
ResponderEliminarSobre la obsolesciencia programada... esta claro, ya no se va a calidad y que las cosas duren, ejemplo nokia 3310 un dos tres responda orra vez, te compras un cualquier smartphone y como mucho en dos años a cambiarlo por las aplicaciones, la bateria...etc.
Sin querer queriendo, somos esclavos de las modas, del "progreso tecnologico" y de la imagen.
Me ha gustado tu post, enhorabuena ( siento si me he enrollado comentando)
Saludos
Muchas gracias, Javier. Un placer que te haya gustado y gracias por tu reflexión. Un saludo.
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