miércoles, 16 de septiembre de 2015

NO ES PAÍS PARA SIRIOS

Acabo de leer, y tristemente sin sorpresa alguna, un artículo que reflejaba la opinión que tienen algunos refugiados sirios que buscan amparo en suelo español, tras tener que huir de su asolado país en guerra.  Ellos, al contrario de lo que muchos puedan pensar, dejaron atrás una patria que hace no muchos años les amparaba y les ofrecía todo tipo de comodidades. Ellos, al igual que los españoles, pudieron optar a estudios universitarios y llevar una vida más o menos acomodada. Ahora, resguardados de bombas y crímenes humanos, reflexionan sobre su nueva y forzada situación en España, e imploran por qué este país les retiene si no les puede ofrecer una vida digna.

Y es que la legislación internacional les impide alcanzar destinos soñados como Alemania o Suecia, donde si podrían conseguir trabajo y ver satisfechas sus necesidades básicas. Una manera de empezar de cero y tratar de olvidar la pesadilla de una guerra que no solo no parece tener fin sino que se agrava con el paso del tiempo, con la intervención de más actores.

Es curiosa la sociedad (española) que entre todos hemos construido con el paso de los años. El punto de partida lo detonó una crisis económica galopante que fue utilizada para justificar la pérdida de derechos en todos los campos. A ello, se le unió el MIEDO que los políticos y empresarios quisieron inyectar en vena para respaldar la precarización de los salarios y la vida en general, y la SOBERBIA de algunos por estar en ese momento en una situación más privilegiada que otros.

Ese mismo MIEDO es el que hace que muchas personas (las menos) teman la llegada de gente de otros países que buscan un oasis en la agitada vida que, por azar, les ha tocado vivir en los últimos años. Decisiones políticas en las que no han podido tomar parte, y que han derivado en la pérdida de seres queridos, el hambre, la huida de sus casas, y el temor a perecer.

Ahora, es la distribución de los refugiados sirios la que está en boca de todos pero el problema de la inmigración a nivel mundial, especialmente la africana en nuestras costas, siempre estará en nuestra mente. Las personas no pueden olvidar que su nacimiento y vida en un país determinado está marcado de manera fortuita y que, al igual que les ha ocurrido a los sirios, su situación puede cambiar de la noche a la mañana. Es, por ello, que conviene 'apearse' de vez en cuando del tren de vida que ha construido nuestra sociedad, que circula a velocidades vertiginosas, y del que si no te subes, no eres nadie, y empatizar con la situación que viven los demás, ya sean extranjeros o compatriotas.

                                    Dedicado a aquellos que me animan a escribir en el blog

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